“Cadáveres amados los que un día
Ensueños fuisteis de la patria mía
Arrojad, arrojad sobre mi frente
Polvo de vuestros huesos carcomidos
¡Tocad mi corazón con vuestras manos!
¡Gemid a mis oídos!”
Dejaba nuestro José Martí en esos versos el dolor de la inocencia, a nuestros días llegan como la herida que aún no cierra, porque no puede olvidarse el abominable crimen del 27 de noviembre de 1871, cuando 8 inocentes estudiantes de medicina eran asesinados por los colonialistas españoles.
La historia revela que Alfonso Álvarez de la Campa, Anacleto Bermúdez y González de la Piñera, Ángel Laborde y Perera, Juan Pascual Rodríguez y Pérez José de Marcos y Medina, Eladio González y Toledo, Carlos Augusto de la Torre y Marigal, y Carlos Verdugo y Martínez eran acusados injustamente de profanar la tumba de Don Gonzalo de Castañón, director del periódico “La Voz de Cuba”.
Ese día del penúltimo mes del calendario 71 en el siglo XIX, una descarga de fuego cegaba las vidas de ocho alumnos del primer año de medicina.
Lo ocurrido dejaba claro a la sociedad de entonces y la de hoy la soberbia de los españoles ante el vigor de la revolución iniciada por Céspedes; se sentenciaba con tan vil acto que no perdonaban al pueblo que había despertado y echado a andar la lucha por la independencia.
Tal ensañamiento truncaba la posibilidad de convertirse en médicos y hacerse hombres de bien a aquellos muchachos, cuyos suspiros finales se escucharon en los muros de la explanada de La Punta habanera.
Como mártires de la nación, cada 27 de noviembre reciben el tributo de todo el pueblo simboliza el luto multiplicado por los años, rememoran los sucesos y juramentan lealtad a la patria.
A años del abominable crimen, sigue Cuba junto a Martí exclamando:
Cuando se muere
en brazos de la patria agradecida,
la muerte acaba, la prisión se rompe;
¡Empieza, al fin, con el morir, la vida!
…Cuando la gloria
a esta estrecha mansión nos arrebata,
el espíritu crece,
el cielo se abre, el mundo se dilata
y en medio de los mundos se amanece
Alfonso Álvarez de la Campa, Anacleto Bermúdez y González de la Piñera, Ángel Laborde y Perera, Juan Pascual Rodríguez y Pérez, José de Marcos y Medina, Eladio González y Toledo, Carlos Augusto de la Torre y Marigal, y Carlos Verdugo y Martínez andan entre los estudiantes de medicina y los galenos que reparten salud por doquier en acto de gratitud infinita a la historia que le antecede.
(Imagen de Archivo)